Marta Palazuelos. 2015 ©
Breve historia de los orígenes del Monacato
La palabra monacato procede del griego y significa persona solitaria.
Se trata de un estilo de vida ascética que se da en varias religiones y se
caracteriza por la búsqueda de Dios alejándose del mundo conocido. Las personas
que deciden emprender ese camino lo hacen en solitario o en comunidad siguiendo
determinadas normas, dedicando su vida a la contemplación y a la oración. En el
caso del monacato cristiano, los monjes toman como ejemplo a personajes del
Antiguo y Nuevo Testamento como Abrahán, Moisés, Juan Bautista, los Apóstoles,
etc., y se identifican con los mártires en el sentido de entregar su vida a
Dios.
Los orígenes del monacato cristiano se remontan al siglo III en el Mediterráneo oriental y se considera a San Antonio Abad (251-356) el primer eremita históricamente conocido y padre del monacato. Tras la muerte de sus padres, este santo nacido en Egipto entregó todos sus bienes y se retiró al desierto para llevar una vida de penitencia. Muchos otros decidieron seguir sus pasos creando colonias de eremitas en lugares aislados que llegaron a extenderse por multitud de lugares como Palestina, Siria o Turquía.
Hasta el siglo IV no se desarrolló la primera forma de vida religiosa en comunidad: el cenobitismo. San Pacomio (287-346) fundó el primer monasterio en Tarbernisi. El principio fundamental que estableció este santo era la obediencia, lo cual desempeñó un papel importante en la relación entre los discípulos y sus padres espirituales. A partir de ese momento se continuaron fundando numerosos monasterios en resto del mundo cristiano.
Se dice que el monacato llegó a Occidente como hijo del oriental y que fue san Atanasio quien durante su destierro dio a conocer el monacato en Tréveris y Roma; sin embargo también puede tratarse de un fenómeno autóctono. Lo que sí es seguro es que el monacato fue impulsado por los escritos de los Padres de la Iglesia: San Ambrosio (340-397), San Agustín (354-430) y San Jerónimo (342-420), difundiéndose rápidamente por Occidente desde el siglo V.
Breve historia de los orígenes del Monacato
Los orígenes del monacato cristiano se remontan al siglo III en el Mediterráneo oriental y se considera a San Antonio Abad (251-356) el primer eremita históricamente conocido y padre del monacato. Tras la muerte de sus padres, este santo nacido en Egipto entregó todos sus bienes y se retiró al desierto para llevar una vida de penitencia. Muchos otros decidieron seguir sus pasos creando colonias de eremitas en lugares aislados que llegaron a extenderse por multitud de lugares como Palestina, Siria o Turquía.
Hasta el siglo IV no se desarrolló la primera forma de vida religiosa en comunidad: el cenobitismo. San Pacomio (287-346) fundó el primer monasterio en Tarbernisi. El principio fundamental que estableció este santo era la obediencia, lo cual desempeñó un papel importante en la relación entre los discípulos y sus padres espirituales. A partir de ese momento se continuaron fundando numerosos monasterios en resto del mundo cristiano.
Se dice que el monacato llegó a Occidente como hijo del oriental y que fue san Atanasio quien durante su destierro dio a conocer el monacato en Tréveris y Roma; sin embargo también puede tratarse de un fenómeno autóctono. Lo que sí es seguro es que el monacato fue impulsado por los escritos de los Padres de la Iglesia: San Ambrosio (340-397), San Agustín (354-430) y San Jerónimo (342-420), difundiéndose rápidamente por Occidente desde el siglo V.